jueves, 16 de febrero de 2012

DETECCIÓN DE INCENDIOS (CONTINUACIÓN)

TIPOS DE DETECTORES

DETECTORES DE GASES DE COMBUSTIÓN O IÓNICOS

Detectan gases de combustión, es decir, humos visibles o invisibles.
Se llaman iónicos o de ionización por poseer dos cámaras, ionizadas por un elemento radiactivo, una de medida y otra estanca o cámara patrón. Una pequeñísima corriente de iones de oxígeno y nitrógeno se establece en ambas cámaras. Cuando los gases de combustión modifican la corriente de la cámara de medida se establece una variación de tensión entre cámaras que convenientemente amplificada da la señal de alarma.

Como efectos perturbadores hay que señalar:
Humos no procedentes de incendio (tubos de escape de motores de combustión, calderas, cocinas, etc.).

Las soluciones a probar son: cambio de ubicación, retardo y aviso por doble detección.
Corrientes de aire de velocidad superior a 0,5 m.s-1. Se soluciona con paravientos.

Su sensibilidad puede regularse.
Detector óptico de humos
Detectan humos visibles. Se basan en la absorción de luz por los humos en la cámara de medida (oscurecimiento), o también en la difusión de luz por los humos (efecto Tyridall).
Son de construcción muy complicada (más que los iónicos) ya que requieren una fuente luminosa permanente o bien intermitente, una célula captadora y un equipo eléctrico muy complejo.

El efecto perturbador principal es el polvo. Las soluciones son difíciles.

DETECTORES DE TEMPERATURA

El efecto a detectar es la temperatura. Hay dos tipos básicos:
De temperatura fija (o de máxima temperatura).
Termovelocimétrico.

Los de temperatura fija que son los más antiguos detectores y actúan cuando se alcanza una determinada temperatura. Se basan en la deformación de un bimetal o en la fusión de una aleación (caso de los sprinklers). Modernamente en la f.e.m. de pares termoeléctricos, que constituye realmente un nuevo tipo de detectores.

Los termovelocimétricos miden la velocidad de crecimiento de la temperatura.

Normalmente se regula su sensibilidad a unos 10ºC/min. Se basan en fenómenos diversos como dilatación de una varilla metálica, etc. Comparan el calentamiento de una zona sin inercia térmica con otra zona del detector provista de una inercia térmica determinada (que permite modificar la sensibilidad del detector).

Actualmente es raro encontrar instalaciones grandes protegidas por detectores de temperatura fija. Se prefiere utilizar detectores termovelocimétricos que incluyen un dispositivo de detección por temperatura fija.

Sus efectos perturbadores son la elevación de temperatura no procedente de incendio (calefacción, cubiertas no aisladas, etc.). Las soluciones son difíciles.

DETECTORES DE LLAMA

Detectan las radiaciones infrarrojas o ultravioletas (según tipos) que acompañan a las llamas. Contienen filtros ópticos, célula captadora y equipo electrónico que amplifica las señales. Son de construcción muy complicada. Requieren mantenimiento similar a los ópticos de humos.

Los efectos perturbadores son radiaciones de cualquier tipo: Sol, cuerpos incandescentes, soldadura, etc. Se limitan a base de filtros, reduciendo la sensibilidad de la célula y mediante mecanismos retardadores de la alarma para evitar alarmas ante radiaciones de corta duración.

CRITERIOS LEGALES

La exigencia de instalaciones automáticas de detección se ha reducido, en la Normativa Legal Vigente, a los locales de pública concurrencia, lo cual es lógico por cuanto la detección precoz permite el control rápido del fuego limitando la probabilidad de tener que ordenar la evacuación, en actividades donde inevitablemente surgirían problemas (grandes almacenes, hospitales, aparcamientos de vehículos, etc.).

Deben tenerse presentes las Ordenanzas de los distintos municipios

En las industrias o lugares de trabajo de gran peligrosidad en que el riesgo de incendio afecte a grupos de trabajadores, podrá imponerse la obligación de instalar aparatos de fuego o detectores de incendios, del tipo más adecuado: aerotérmico, termoeléctrico, químico, fotoeléctrico, radiactivo, por ultrasonidos, etc.

Se considera como instalación mínima la formada por los siguientes elementos:
  • Equipo de control y señalización.
  • Detectores.
  • Fuente de suministro.
  • Elementos de unión entre los anteriores.


El equipo de control y señalización estará provisto de señales ópticas y acústicas para el control de cada una de las zonas en que se haya dividido el edificio. Estará situado en lugar fácilmente accesible y de forma que sus señales puedan ser percibidas permanentemente. Cuando se prevea que la vigilancia no será permanente se dispondrá un sistema de transmisión de sus señales al servicio de Extinción de Incendios más próximo a personas responsables o a la fachada del edificio.

A efectos de la instalación de Detección Automática de Incendios y para facilitar la rápida localización del mismo, los edificios o las partes de los mismos que deban contar con dicha instalación, se dividirán en zonas según los siguientes criterios:
  • Constituirá una zona al menos cada uno de los sectores de incendio en que se haya compartimentado el edificio y en los que sea exigibles dicha instalación.
  • La superficie de una zona no superará los 1.600 m2.

Se instalarán detectores de la clase y sensibilidad adecuada, de manera que estén específicamente capacitados para detectar el tipo de incendio que previsiblemente se pueda producir en cada local, evitando que los mismos puedan activarse en situaciones que no se correspondan con una emergencia real.

El tipo, número situación y distribución de los detectores, garantizarán la detección del fuego en la totalidad de la zona a proteger, con los siguientes límites, en cuanto a superficie cubierta y altura máxima de su emplazamiento para los tipos de detectores que se indican:

Detectores térmicos: En zonas con superficie igual o inferior a 40 m2 se instalará como mínimo 1 detector. En zonas con superficie superior a 40 m2 se instalará, como mínimo, un detector cada 30 m2. Se colocarán a una altura máxima de 6, 7, 5 y 9 m., según su grado de sensibilidad A, B o C.

En pasillos de hasta 3 m. de anchura se dispondrán detectores conforme a los siguientes criterios:

  • Detectores térmicos, al menos 1 detector cada 9 m.
  • Detectores de humos, al menos un detector cada 11, 5 m.
  • La instalación de detectores en pasillos con anchura superior a 3 m. se ajustará a los criterios establecidos en los puntos anteriores.

En cada proyecto y en función de la aplicación, deberá justificarse lo adecuado del tipo de detector empleado en la instalación propuesta.

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martes, 14 de febrero de 2012

DETECCIÓN DE INCENDIOS

Se entiende por detección de incendios al hecho de descubrir y avisar que hay un incendio en un determinado lugar.

Las características últimas que debe valorar cualquier sistema de detección en su conjunto son la rapidez y la fiabilidad en la detección. De la rapidez dependerá la demora en la puesta en marcha del plan de emergencia y por lo tanto sus posibilidades de éxito; la fiabilidad es imprescindible para evitar que las falsas alarmas quiten credibilidad y confianza al sistema, lo que desembocaría en una pérdida de rapidez en la puesta en marcha del plan de emergencia.

ELECCIÓN DE SISTEMAS DE DETECCIÓN DE INCENDIOS

La detección de un incendio se puede realizar por:

Detección humana
Instalación de detección automática
Sistemas mixtos

La elección del sistema de detección viene condicionada por:

Las pérdidas humanas o materiales en juego
La posibilidad de vigilancia constante y total por personas
La rapidez requerida
La fiabilidad requerida
Su coherencia con el resto del plan de emergencia
Su coste económico.

Hay ocasiones en que los factores de decisión se limitan: por ejemplo, en un lugar donde raramente entran personas, o un lugar inaccesible (por ejemplo un almacén paletizado), la detección humana queda descartada y por tanto la decisión queda limitada a instalar detección automática o no disponer de detección.

DETECCIÓN HUMANA

La detección queda confiada a las personas. Durante el día, si hay presencia continuada de personas en densidad suficiente y en las distintas áreas, la detección rápida del incendio queda asegurada en todas las zonas o áreas visibles (no así en zonas "escondidas").

Durante la noche la tarea de detección se confía al servicio de vigilancia mediante rondas estratégicas cada cierto tiempo. Salvo que el vigilante sea persona de confianza, debe supervisarse necesariamente su labor de vigilancia (detección). Este control se efectúa, por ejemplo, obligando a fichar cada cierto tiempo en su reloj, cuya llave de accionamiento está situada en puntos clave del recorrido de vigilancia. La ficha impresa por el reloj permite determinar si se han realizado las rondas previstas.

Es obvio que la rapidez de detección en este caso es baja, pudiendo alcanzar una demora igual al tiempo entre rondas.

Es imprescindible una correcta formación del vigilante en materia de incendio pues es el primer y principal eslabón del plan de emergencia.

DETECCIÓN AUTOMÁTICA DE INCENDIOS

Las instalaciones fijas de detección de incendios permiten la detección y localización automática del incendio, así como la puesta en marcha automática de aquellas secuencias del plan de alarma incorporadas a la central de detección.

En general la rapidez de detección es superior a la detección por vigilante, si bien caben las detecciones erróneas. Pueden vigilar permanentemente zonas inaccesibles a la detección humana.

Normalmente la central está supervisada por un vigilante en un puesto de control, si bien puede programarse para actuar automáticamente si no existe esta vigilancia o si el vigilante no actúa correctamente según el plan preestablecido (plan de alarma programable).

El sistema debe poseer seguridad de funcionamiento por lo que necesariamente debe auto-vigilarse. Además una correcta instalación debe tener cierta capacidad de adaptación a los cambios.

En la figura 1 se aprecia un esquema genérico de una instalación automática de detección y de una posible secuencia funcional para la misma. Sus componentes principales son:

Detectores automáticos
Pulsadores manuales
Central de señalización y mando a distancia
Líneas
Aparatos auxiliares: alarma general, teléfono directo a bomberos, accionamiento sistemas extinción

TIPOS DE DETECTORES

Los detectores son los elementos que detectan el fuego a través de alguno de los fenómenos que le acompañan: gases, humos, temperaturas o radiación UV, visible o infrarroja. Según el fenómeno que detectan se denominan:

Detector de gases de combustión iónico (humos visibles o invisibles)
Detector óptico de humos (humos visibles)
Detector de temperatura:
Fija
Termovelocimétrico
Detector de radiaciones
Ultravioleta
Infrarroja (llama)

Como los fenómenos detectados aparecen sucesivamente después de iniciado un incendio, la detección de un detector de gases o humos es más rápida que la de un detector de temperatura (que precisa que el fuego haya tomado un cierto incremento antes de detectarlo).

En la figura 2 se esquematiza la fase del incendio en que actúa cada tipo de detector. La curva corresponde al incendio iniciado por sólidos con fuego de incubación.

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viernes, 10 de febrero de 2012

LA ENFERMEDAD CELÍACA: CONSIDERACIONES GENERALES


Alimentarse es una necesidad básica y primordial para mantener la vida, un modo de disfrutar y de dar marco al encuentro familiar y social. La posibilidad de elegir los alimentos a consumir y distribuirlos en las diferentes comidas del día es propio de cada individuo, pero no todos pueden hacerlo libremente.

Una gran cantidad de personas sufre reacciones adversas a determinados alimentos, causadas por múltiples mecanismos. Según la patología que se padezca en cada caso, los afectados deben evitar la ingesta de dichos productos, ya que de lo contrario su organismo podría sufrir consecuencias negativas.

Este tipo de patologías modifican los hábitos alimentarios de los pacientes y también los de sus familias. La preocupación y atención que deben sostener cotidianamente se acentúan en el momento de comer fuera de casa o de comprar alimentos envasados, por desconocer cómo fueron preparados.

Entre las reacciones adversas a los alimentos se encuentra la enfermedad celíaca. Por su incidencia en la población, es la intolerancia alimentaria de origen genético más frecuente de la especie humana.

La única conducta saludable para quien  padece esta enfermedad es la exclusión de la dieta de los alimentos que contienen trigo avena, cebada y  centeno.

CARACTERÍSTICAS DE LA ENFERMEDAD Y SU INCIDENCIA EN LA POBLACIÓN

La enfermedad celíaca es la intolerancia total y permanente a las proteínas contenidas en el gluten de trigo, avena, cebada y centeno, cereales muy comunes en la dieta de los argentinos. Se trata de una enfermedad gastrointestinal crónica con cierta predisposición genética a padecerla.

Esta dolencia produce una atrofia de las vellosidades del intestino delgado, que se traduce en una mala absorción de los nutrientes. Ante la ausencia o incumplimiento de la dieta requerida, esta situación puede derivar en desnutrición y, en los casos más graves, llegar incluso hasta la muerte. En las mujeres embarazadas, la enfermedad no tratada puede provocar abortos espontáneos.

La sintomatología clínica puede ser variable y a veces poco llamativa, por lo que es común que el diagnóstico, que se realiza mediante biopsia intestinal, sea tardío o no llegue a efectuarse. En consecuencia, la falta de síntomas no significa ausencia de lesión en el intestino.

Con respecto a la incidencia de la enfermedad en la población, ésta es muy alta. Un estudio realizado por la unidad de Soporte Nutricional y Enfermedades Malabsortivas del “Hospital San Martín", de La Plata, permitió diagnosticar la celiaquía en una de cada 167 personas sanas; el 70 por ciento de ellas no presentaba ningún tipo de síntomas.

Además, otros estudios indican que la celiaquía es hereditaria: entre el 10% y el 15% de los familiares directos del afectado padece también la enfermedad.

NECESIDAD DE UNA DIETA SIN GLUTEN
Con el fin de recuperar la funcionalidad intestinal y evitar las complicaciones a largo plazo, derivadas del consumo de proteínas que resultan tóxicas para su organismo, la única alternativa con la que cuenta el celíaco es realizar una dieta estricta durante toda su vida. Ésta consiste en eliminar totalmente el gluten de la dieta; es decir, ingerir alimentos “sin TACC” (sin trigo, avena, cebada y centeno). Si el paciente respeta la dieta apropiada se convierte en un individuo capaz de alcanzar los niveles nutricionales perdidos antes de haberse adaptado a la dieta y de completar su desarrollo físico y neurológico.

Si bien hasta el momento no existe consenso internacional sobre los niveles de gluten máximos tolerables por un paciente celíaco, hay acuerdo en que su consumo en pequeñas cantidades puede producir lesión de la mucosa intestinal. De esto se deduce la importancia que tiene tomar los recaudos suficientes para asegurarse que el alimento a consumir esté totalmente exento de gluten, sin trazas.

Se recomienda al celíaco que no consuma alimentos elaborados artesanalmente o a granel que no presenten la declaración de ingredientes y la información nutricional correspondiente.

PRESENCIA DE CEREALES TACC COMO ADITIVOS EN PRODUCTOS DE CONSUMO HABITUAL

Productos que pueden contener cereales TACC como aditivos
Función que cumple el aditivo TACC
Yogures, quesos, postres de leche y flanes comerciales
Gelificante o espesante
Fiambres, embutidos y patés
Logro de productos homogéneos como medio de unión de los ingredientes
Mayonesa, ketchup y mostaza
Espesante
Chicles, caramelos, confites, chocolates, turrones
Gelificante como medio de unión de los ingredientes
Dulce de leche y otros dulces y mermeladas
Gelificante
Hojas de té, yerba mate y otras hierbas aromáticas (orégano, perejil, etc.)
Aceleración del proceso de secado
Helados
Estabilizante y/o gelificante
Jugos de fruta
Espesante y estabilizante
Productos enlatados en puré (tomate, choclo y otros)
Espesante y gelificante
Pasta dental
Espesante
Leche en polvo y otros productos con similar presentación
Adulterante, a fin de aumentar el peso del producto agregando un elemento de bajo costo

IMPORTANCIA DE LA LECTURA DE LOS RÓTULOS

Los rótulos de los alimentos envasados deben brindar información completa y correcta sobre su composición cuali-cuantitativa. En consecuencia, es conveniente que el celíaco o quienes convivan con él lean siempre la etiqueta del producto, aunque ya lo hayan adquirido en otras oportunidades.

No deben comprarse productos en cuyo rótulo aparezca alguno de los siguientes términos, ya que si bien éstos mencionan el componente, no indican el cereal del que proceden:

- Almidón;
- Almidones modificados (E-1404, E-1410, E-1412, E-1413, E-1414, E-1420, E-1422,
E1440, E-1442, E-1450);
- Amiláceos;
- Cereales;
- Espesantes;
- Fécula;
- Gluten;
- Harina;
- Proteína;
- Proteína vegetal
- Hidrolizado de proteína;
- Sémola-cereales;
- Fibra;
- Espesantes;
- Sémola;
- Extracto de malta;
- Levadura;
- Extracto de levadura;
- Especias y aromas

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jueves, 9 de febrero de 2012

INTERVENCIÓN EN UN CALL CENTER, CENTRADA EN FACTORES PSICOSOCIALES

En el mes de Mayo del año pasado recibimos la visita del Profesor François Daniellou, uno de los principales referentes de la Ergonomía en Francia y en el mundo. Durante su conferencia, compartió su mirada sobre el rol del ergónomo frente un contexto de crisis.

En este tipo de situaciones, las condiciones de trabajo se precarizan, debido a una realidad social y económica con alto nivel de desempleo e inestabilidad, con una flexibilización laboral creciente y con mayores presiones para alcanzar rentabilidad.

Según Daniellou, los factores psicosociales parecen transformarse en una de las principales consecuencias de este contexto tan vulnerable, y estos problemas aparecen como una “nube toxica” que cubre los puestos en diferentes industrias, manifestándose en trastornos físicos o en la sola percepción por parte del trabajador de desborde o abatimiento frente al trabajo.

La percepción de los trabajadores respecto a su malestar se encuentra íntimamente ligada al estrés, burnout ó a una organización del trabajo deficiente donde lo que preocupa al trabajador es la inestabilidad, la presión, o la carga mental o emocional que le implica la tarea.

ERGONOMÍA COGNITIVA

¿Como podemos observar estos factores “mentales” en un puesto de trabajo? Muchas veces se manifiestan como trastornos músculo-esqueléticos, lumbalgias, problemas auditivos, y otras como altos niveles de ausentismo, rotación o conflicto sindical.

A menudo quienes buscan mejorar las condiciones de trabajo para aumentar la productividad o el estado de salud, piensan que los orígenes de estas consecuencias, para el trabajador y para la productividad, se encuentran ligados a un aspecto principalmente de postura, o de ritmo, como si esto no tuviese nada que ver con lo “mental”.

Los factores psicosociales o de evaluación de la carga mental de un puesto, aparecen entonces como un factor completamente secundario, desconectado de las condiciones y medio ambiente de trabajo y de la evaluación del puesto, asociado a la psicopatología del trabajo. Se espera que estas situaciones sean evaluadas por psicólogos que nada entienden de la tarea y no por los especialistas en el trabajo.

Como ergónomos, es indispensable escuchar sin desestimar nada de lo que nos digan, o veamos en los trabajadores. Y si lo que aparece recurrentemente son cuestiones ligadas a la pérdida del empleo, la convivencia en el equipo, la presión, el jefe, o el cansancio mental que le genera el trabajo, considerar estos factores a la hora de analizar la actividad es clave. Esto permite contextualizar sin generar “patologizaciones” individuales. Las mismas estigmatizan a las personas y no resuelven los problemas.

En ergonomía hay muchos grupos de investigadores y profesionales dedicados a estudiar los aspectos ligados a lo mental o a lo psicosocial en pos de la mejora de las condiciones de trabajo: La ergonomía cognitiva se focaliza en las cuestiones de percepción de una situación de trabajo, la evaluación del riesgo, el error humano y la toma de decisiones, entre otros temas; la psicodinámica del trabajo analiza los aspectos mas subjetivos, el sufrimiento en el trabajo. Muchos desarrollos han engendrado nociones como carga mental, burnout o estrés intentando nombrar algo de lo que los propios trabajadores relataban.
La intervención
Nos gustaría compartir con ustedes una intervención que hemos llevado adelante como ergónomos en un call center o centro de atención telefónica donde hemos analizado los aspectos psicosociales para llevar adelante una transformación del puesto. La demanda llego de la dirección del call center. Según ellos, cambiando los muebles, la organización del trabajo o los aspectos técnicos en la forma de trabajar bastaría para mejorar la calidad del servicio, reducir los ausentismos y la rotación de personal.
A pesar de haber modificado el sistema, la disposición espacial y los roles del jefe, los trabajadores presentaban un creciente nivel de dificultades para realizar sus tareas y por lo tanto no tardaban en renunciar o empezar a ausentarse.
Un buen diagnóstico y el análisis de la actividad son indispensables para parametrizar indicadores que nos permitan evaluar la evolución de estos factores psicosociales.
El call center brindaba servicios en un Organismo Público Provincial. Los operadores telefónicos eran contratados como pasantes, a través de una Universidad, donde se estudiaba carreras relacionadas con las temáticas habituales de las consultas. .
Al hacer las observaciones, notamos cuestiones del ambiente físico que funcionaban claramente como dificultosas, como un alto nivel de ruido ambiente a raíz de techos altos y grandes ventanales a la calle, auriculares en los que no siempre se escuchaba bien, luminosidad defectuosa según el box en el cual estuviese cada operador, entre otras. Evaluamos también aspectos ligados a la calidad de atención que se brindaba a los ciudadanos que se comunicaban con este centro de atención telefónica y los aspectos ligados a la organización del trabajo y al control que ejercían los supervisores a través de escuchas.
Compartimos días con los operadores y los supervisores entendiendo su trabajo y escuchando sus dificultades.
Los niveles de satisfacción de los usuarios, que se medía a través de una encuesta al finalizar el contacto, era elevado. A pesar de las deficiencias del espacio físico, que se había mejorado poco a poco a partir de nuestro relevamiento, no era esto lo que preocupaba a los supervisores ni a los operadores. Lo que ellos manifestaban era una particular dificultad para manejarse con cierto tipo de usuarios, a veces agresivos, a veces ancianos, y aunque a nivel técnico ellos sabían la respuesta que tenían que dar, la principal problemática estaba en cómo hacer llegar el mensaje que debían transmitir sin desalentarse ni angustiarse ante la soledad de la tarea, el ritmo de las llamadas y la necesidad de adaptarse a la persona que los contactaba con quien ni siquiera podían establecer un contacto visual.
Lo que más sufrimiento generaba en los  operadores no eran necesariamente lumbalgias por la posición en la silla, o problemas de audición ni de garganta por tener que hablar fuerte por los ruidos del ambiente, sino el malestar que se producía por no estar cara a cara con el usuario y, puertas adentro, la dificultad para establecer una relación fluída con sus pares y superiores debido a la organización del trabajo. Algunos operadores se sentían muy solos ante al trabajo altamente tensionante  de contacto con el usuario. El motivo de renuncia más frecuente era el desgaste frente a la llamadas con agresiones de parte de los usuarios o  el desgaste debido a la falta de apoyo por parte del supervisor y pares.
A  partir su inquietud, formulamos la hipótesis de que brindando a los operadores estrategias de afrontamiento,  mejoraría su modo de atender, redundando en una mejor calidad de atención y en una mayor satisfacción frente a su tarea.
Organizamos una serie de talleres donde ellos compartían experiencias y estrategias a la hora de enfrentar ciudadanos enojados, inquietos o mayores que tardaban mucho en explicar qué necesitaban.
Se dieron los talleres en grupos de  veinte a veinticinco personas, con los ciento cincuenta operadores que estaban trabajando en ese momento.  Estos encuentros no solo funcionaron como entrenamiento en habilidades comunicacionales sino también como espacio de encuentro entre ellos. La tarea solitaria y la corta duración de su jornada laboral no siempre les permitía conocerse y compartir sus experiencias.
Organizamos, a su vez, un grupo de trabajo con los supervisores para definir ciertos criterios a la hora de dar apoyo tanto técnico e información, aliento, apoyo y soporte a los operadores.
Lo logrado
Al medir el efecto de estos talleres notamos como principal modificación la mejora de los indicadores de las encuestas de clima, la reducción de ausentismos y de renuncias, particularmente en las primeras semanas de trabajo donde el índice era muy elevado. Organizamos estos talleres también con los nuevos pasantes, compartiendo experiencias y estrategias de los operadores experimentados.
Estos encuentros aumentaron el nivel de cohesión grupal, según lo que declaraban los propios trabajadores, la calidad del servicio y los indicadores de efectividad.
Descubrimos que trabajar sobre los factores psicosociales no es un lujo para unas pocas organizaciones. Buscar modificar los elementos cognitivos o emocionales de un puesto no es un factor secundario a ubicar en el ultimo ítem de un plan de trabajo para mejorar las consecuencias dentro de un grupo. Tener en cuenta los factores psicosociales se trata de escuchar, ver y preguntar sobre sus preocupaciones sin limitarnos a dolores físicos. Incluir estas variables en el análisis de la actividad nos permitirá parametrizar indicadores de mejora en este proceso. Postergar el análisis de esta serie de factores puede generar que inversiones y gastos elevados no brinden más que soluciones limitadas a los problemas de un equipo de trabajo.

Articulo desde la Asociación de Ergonomía Argentina

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