Los retardantes de llama bromados son compuestos organobromados que tienen un efecto inhibidor en la combustión de materiales orgánicos. En la comercialización de los retardantes de llama, la variedad bromada es la más utilizada. Son muy efectivos en plásticos y textiles, como por ejemplo en la electrónica, ropa y muebles. Se suelen utilizar en aparatos electrónicos con el fin de reducir la inflamabilidad del producto. El uso de estas sustancias comenzó a aumentar en la década de 1970, en respuesta a las normas de seguridad contra el fuego implementadas en California en ese momento.
Los retardantes de flama pueden incorporarse a un material ya sea como componentes activos o bien como aditivos. Los componentes activos se integran a la estructura polimérica de algunos tipos de plásticos. Esta modalidad es la más conveniente, ya que produce materiales más estables y con propiedades uniformes. Los aditivos, por otra parte, son más económicos y versátiles, aunque presentan el inconveniente de modificar las propiedades de los materiales de base. Este es el caso de los PBDE (Polibromodifenil éter), que en general, se aplican como recubrimientos o bien se mezclan durante el procesamiento de materiales. Es una clase de compuesto bromado de extenso uso como retardante de llama en plásticos y espumas, incluidas las carcasas de plástico de equipos electrónicos.
Los PBDEs son sustancias químicas tóxicas y medioambientalmente persistentes. Algunas de ellas, especialmente los congéneres menos bromados (los Penta-BDEs), son altamente bioacumlativos, es decir que tienen alta resistencia al paso del tiempo en organismos como el agua, el aire, y el suelo. La industria tiene un consumo anual de más de 67000 toneladas de PBDE. Su fabricación y uso como aditivo en plásticos y en otros polímeros nos ha llevado a una situación en la que estos compuestos están ampliamente distribuidos en todo tipo de ambientes. Se pueden detectar PBDEs en el aire y el polvo de interiores tanto en centros de trabajo, como en hogares. También se encuentran incluidos en sedimentos, en peces de agua dulce y marina, en huevos de aves e incluso en ballenas de océanos profundos y en el Ártico. Recientemente un artículo de la revista “American Journal of Epidemiology”, documenta la investigación que realizaron investigadores de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), descubrieron que por cada aumento de diez veces en los niveles de PBDEs en la sangre de la madre durante el embarazo, el peso del bebé caía 115 gramos. Los bebés con bajo peso al nacer son más propensos a sufrir retrasos sociales y cognitivos en el desarrollo.
Sólo unos pocos retardantes de fuego en el mercado se han sometido a pruebas de seguridad, esto quiere decir, que en la mayoría no se ha probado que estos productos impidan realmente la producción de llamas en una combustión. En Europa los PBDE se encuentran prohibidos, e incluidos en la lista de contaminantes orgánicos persistentes (COP) por la Convención de Estocolmo, ya que se comprobó su neurotoxicidad y se los ha vinculado a problemas con los sistemas inmunológico y reproductivo, e incluso a ciertos tipos de cáncer.
Cada año, montañas de productos electrónicos son desechados y se acumulan en rellenos sanitarios y tiraderos irregulares, en todo el mundo. Dado el continuo y acelerado desarrollo de esta industria, la mayoría de estos equipos se vuelven obsoletos en solamente dos años. Una de las mayores preocupaciones acerca de la basura electrónica es el impacto ambiental que produce, a medida que ciertos compuestos químicos se desprenden y contaminan el suelo, y se encuentran en posición de infiltrarse a los mantos acuíferos. Por otra parte, una gran cantidad de basura electrónica es exportada a países en desarrollo, donde existen compañías dedicadas a recuperar materiales valiosos como oro y cobre, que se encuentran en mínimas cantidades en estos productos. Esta práctica ha sido cuestionada en el contexto del Convenio de Basilea (1992), cuyo objeto es prevenir la transferencia de residuos peligrosos a los países en desarrollo.
Existen alternativas a los productos químicos retardantes de llama: materiales menos inflamables, cambios de diseño, productos químicos más seguros. La adopción de códigos eléctricos y electrónicos más fuertes, códigos de incendios, edificios modernizados, así como el mayor uso de sistemas de prevención de incendios, cigarrillos auto extinguibles, etc., ayudarán a prevenir incendios sin utilizar productos químicos tóxicos.
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