martes, 11 de octubre de 2011

SIN SABERLOS ESTAMOS COMIENDO TRANSGÉNICOS

¿Qué son los alimentos transgénicos?

Los alimentos transgénicos son aquellos que incluyen en su composición algún ingrediente procedente de un organismo al que se le ha incorporado, mediante técnicas genéticas, un gen de otra especie. Es un Organismo Genéticamente Modificado (OGM), un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes. Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para introducirlos en el material hereditario de otro.

La biotecnología puede transferir un gen de un organismo a otro para dotarle de alguna cualidad especial de la que carece. De este modo, las plantas transgénicas pueden resistir plagas, aguantar mejor las sequías, o resistir mejor algunos herbicidas.

La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten traspasar las barreras entre especies para crear seres vivos que antes no existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado en un modelo científico que está en discusión ya que el conocimiento sobre el funcionamiento de los genes es todavía muy limitado y las técnicas actuales de ingeniería genética no permiten controlar los efectos de la inserción de genes extraños en el ADN de un organismo.

Los transgénicos llegaron con la promesa de erradicar el hambre en el mundo, basados en una agricultura de tipo industrial llamada “revolución verde”. Sin embargo, los resultados están a la vista: la frontera agrícola avanzó sobre los bosques nativos, se produjo pérdida de biodiversidad, se concentró la tenencia de la tierra, se aumentó considerablemente el uso de agroquímicos, se contaminaron los suelos, y se perdió soberanía alimentaria.

Consecuencias del uso de Alimentos Transgénicos:

Estudios como la investigación realizada por expertos de las universidades de Caen y Rouen (Francia) sobre tres variedades de maíz transgénico, MON 863, NK 603 y MON 810, han mostrado que existen riesgos potenciales para la salud. Han encontrado evidencias de que existen riesgos asociados a las funciones renales y hepáticas.

El grupo de expertos indica que está demostrado que el hígado y los riñones reaccionan ante una intoxicación química provocada por la ingesta de estos alimentos. También se han constatado efectos negativos similares en las glándulas suprarrenales, en el bazo y el corazón, se apunta que estos resultados puedan estar relacionados con los herbicidas y productos químicos utilizados en estos alimentos, recordemos que son alimentos modificados genéticamente para soportar la acción del glifosato.

Los riesgos sanitarios a largo plazo de los alimentos transgénicos presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no han sido evaluados seriamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, y aparición de nuevos tóxicos son algunos de los riesgos que corremos al consumirlos.

Una vez liberados al medio ambiente los transgénicos no se pueden controlar. La contaminación genética pone en peligro variedades y especies cultivadas tradicionalmente, y es irreversible e impredecible, no se puede volver a la situación de partida. Las variedades transgénicas pueden contaminar genéticamente a otras variedades de la misma especie o a especies silvestres emparentadas.

¿Cómo se pueden identificar los alimentos genéticamente manipulados? 

Es difícil identificarlos. Los consumidores argentinos, a diferencia de los europeos y japoneses, no podemos elegir lo que comemos porque no existe un etiquetado en los productos que advierta si en sus ingredientes o procesados contienen, o no, organismos genéticamente manipulados. No se ha previsto ninguna ley que regule este tipo de tráfico de genes en nuestra comida, y tampoco se ha dado la posibilidad de estar advertidos de ello. Las empresas, hoy por hoy, no están obligadas a etiquetar. Las comidas vegetarianas han sido las primeras en ser contaminadas genéticamente. Le siguieron las carnes elaboradas, luego los aceites, que suelen utilizarse en margarinas o mayonesas, también los aceites de cocina, e incluso las golosinas y otros productos de panadería. Hoy, en la Argentina, consumir algún alimento que contenga ingredientes con soja, es exponerse a un alto riesgo de introducir en nuestros cuerpos organismos concebidos por la ingeniería genética, y aún no existen mecanismos para detectarlos o advertirlos en la comida que se consume diariamente.

Queda todavía un resquicio para detectar en forma aproximada a la mayoría de estos organismos genéticamente manipulados. Como se sabe, la soja está presente en el 60% de los alimentos, y debe recordarse que el 90% de la soja que se produce en Argentina proviene de la variedad transgénica patentada por la empresa Monsanto. Teniendo en cuenta esos datos, lo más lógico es suponer que alguien que consume algún producto con derivados de soja, está comiendo la soja transgénica de Monsanto. Lo más práctico es analizar la declaración de ingredientes. Hay que prestar atención en las siguientes palabras en los productos: lecitina (la mayoría contiene bases de soja) o lecitina de soja (también aparece camuflado con la inscripción INS 322 o 322), proteína vegetal texturizada, proteína texturada de soja, dextrosa, aceite vegetal hidrogenado, emulsificante, proteína de soja aislada o harina de soja. Por el momento, lo único que se puede hacer es evitar aquellos productos que contengan los ingredientes citados en el cuadro de la siguiente página.


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